HISTORIA

La localidad de Rebate ha estado poblada casi desde el inicio de la humanidad, porque a su envidiable situación, cerca del mar y rodeada de monte, se une el hecho de que contaba con agua dulce, lo que permitía a sus habitantes ser prácticamente autosuficientes. Los primeros indicios de población en la zona datan del período eneolítico, la época de bronce valenciano, de los que se encontraron unos restos en el huerto de Ramón el de Rebate.

Después vinieron los cartaginenses y los romanos, los bárbaros y los árabes. El motivo de tanto trasiego es que estaban muy cerca de Thiar, un núcleo disperso que era parada obligada entre Elche y Cartagena, tanto para las tropas romanas como para todos los que llegaron después. El pinar llegaba a sus inicios casi hasta el borde de la playa, pero las necesidades de madera de los distintos ejércitos, hicieron que se fuera replegando.

Thiar, todo un núcleo de comunicaciones, se romanizó enseguida, pero cuando las tropas romanas abandonaron la población, el pueblo cae en decadencia y es pasto fácil para piratas y bandoleros. Por eso los pocos habitantes que quedaron se refugiaron en zonas como Rebate, donde era más sencillo escapar de los ataques y donde contaban con agua dulce. Ya entonces era una población cristiana, aunque la parroquia no la consiguieron oficialmente hasta 1703.

Historia Finca Rebate

El pacto que Teodomiro firmó con las árabes permitió que los rebateños siguieran siendo cristianos bajo el dominio de los musulmanes hasta el siglo XII y refugio de muchos mudéjares que huían de otros cristianos menos comprensivos. Hasta el siglo XVII tuvieron que preocuparse de los piratas, en esa época el que tenía el dominio del mar era nada menos que el temido Barbaroja.

La construcción de tres torres (una de ellas, la Torre de la Horadada) permitió la defensa contra los piratas y el crecimiento económico, a pesar de que en 1609 los moriscos habían sido expulsados y se quedaron con menos mano de obra.

Al iniciarse el siglo XVII, los habitantes de Rebate vivían ya más tranquilos, con su parroquia dedicada a la Virgen de la Fuensanta del Pozo de Rebate y sus pequeñas casas repartidas por lo que ahora es la finca. Se dedicaban a la agricultura, el pastoreo de ovejas, el esparto y la producción de carbón que conseguían de la pinada. La revolución industrial dio al traste con sus medios de vida. Ya no eran tan necesarios el carbón, la leña y el esparto y los rebateños se vieron obligados a emigrar y abandonar poco a poco sus casas.

En los años 60, cuando empieza a hacerse realidad la posibilidad de un trasvase de agua que permita regar la zona del campo de Cartagena, en Rebate ya solo queda una familia y el propietario de las tierras decide venderlas. Llega así la propiedad a la familia belga Van Iseghem que la dedica, en principio, al cultivo de cítricos.

Durante los últimos 40 años han recuperado las casas que quedaban en pie, ajardinando los terrenos de alrededor y arreglando la pequeña ermita. Primero se utilizaron como albergue y lugar de retiro espiritual y conforme se iban casando los hijos, siguieron habilitando las casas como lugar de celebración. Hace unos años, la familia, se dio cuenta de que faltaba solo unos toques para que aquello fuera un restaurante y eso fue lo que hicieron.